sábado, 19 de mayo de 2018

El amor no da de comer


Imagen tomada de: https://co.pinterest.com/pin/568086940479255975/
Empujó la puerta y dio un paso adentro. Se detuvo a contemplar la casa donde había nacido y que tenía por residencia.

Primero observó cuidadosamente el techo, detalló cómo el comején y la humedad estaban acabando las vigas de madera. Tarde o temprano se les vendría el techo encima. 

Pasó su vista a las paredes, muros hechos con bloques de arena, que con el tiempo se habían llenado de huecos donde ahora vivían ratones, cucarachas, alacranes y cualquier otra clase de insectos amantes de compartir casa con los miserables. 

Dejó su vista en la mesa que estaba junto a la cama, encima de ella había una estufa eléctrica y un caldero tapado, señal de que hoy si tendría que comer. Miró a la cama y estaba su madre acurrucada como un bebé dormido. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla. Se percató que estaba llorando.
-Hijo, encima de la estufa hay arroz. Come y guardas un poco para mañana el desayuno - su voz era débil y sin aliento, voz de quienes ya no les interesa hablar, de aquellos a quienes la vida los ha tratado como la peor cosa existente, la voz de quien vive en la miseria.

El hijo se sirvió un plato de arroz y empezó a comerlo sentado en el borde de la cama. Desde allí podía mirar hacia fuera y contemplar la ciudad, mirar lo magnífico que se ve el mundo desde lo alto, así era como les contestaba a los niños que se burlaban de él por ser pobre y vivir en el cerro.

Escuchó un sollozo de su madre.

-¿Por qué somos pobres?- Preguntó el niño con tal inocencia como solo lo haría un pequeño de su edad, 10 años.

La madre no pudo responder y lo único que hizo fue llorar con mayor intensidad

-La abuela dice que por mi culpa no eres feliz, ¿te arrepientes de ser mi mamá?- El niño había dejado de comer para secarse las lágrimas que descendían por su mejilla.

La mujer por fin dejó de llorar, se acomodó en la cama y rodeó a su hijo con los brazos.

-Somos pobres por culpa del amor, porque a pesar de que es él quien nos da la mayor felicidad de nuestra vida, no nos da más nada. 

Estrechó al pequeño con más fuerza, lo besó y le dijo lo mucho que lo amaba.

-Desearía que el amor nos diera para comer- se aferró con fuerza a los brazos de su madre y esbozó una sonrisa.

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