Ni la muerte

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Caminaba como si estuviera en una pasarela, muy característico de ella, sin importar donde estuviera siempre parecía una reina. Giró ciento ochenta grados para tomar las escaleras eléctricas y subir a la segunda planta del centro comercial. Escaleras arriba la esperaba el hombre que siempre había amado, su marido.

De los seis años que llevaban de matrimonio, tres habían sido de una felicidad fingida; el día en que festejaban su tercer aniversario, Sofía se enteró que su esposo le era infiel.

Había soportado la infidelidad todos estos años por lo mucho que amaba a su esposo, pero ya estaba cansada y hoy le daría solución. Le entregó la bebida que le había llevado, lo observo ingerirla, luego le quito el vaso y sorbió ella también. Tiro el vaso en la caneca, tomo a su esposo por el cuello y lo besó. Lo besó hasta sentir que el veneno de la bebida hiciera efecto, lo besó hasta que cayeron tendidos en el suelo, lo besó hasta que ninguno de los dos pudo ya respirar.

Sofía mantuvo la relación hasta el final, no le importo infidelidad y mucho menos la muerte. Sofía se había prometido que amaría y estaría con su esposo toda la vida y que ni la muerte los separaría.